LA PSICOSIS DESDE UN ENFOQUE MÁS HUMANO Y SINGULARIZADO

 LA PSICOSIS DESDE UN ENFOQUE MÁS HUMANO Y SINGULARIZADO

Para ayudar a los adolescentes con psicosis, necesitamos ir más allá del modelo médico tradicional y apostar por un enfoque clínico y psicoanalítico que valore la experiencia única de cada joven, use la medicación con criterio y promueva tratamientos más humanos y personalizados. Como plantea la aproximación psicoanalítica, es necesario reconocer la subjetividad de cada individuo, evitando reducir la salud mental a una simple cuestión de normalidad psico-estadística​.

Actualmente, tanto los medios de comunicación como las redes de salud mental pública muestran una preocupación creciente por la psicosis en la adolescencia, tratándola casi siempre desde un enfoque biomédico y estadístico que la reduce a un conjunto de síntomas a diagnosticar y medicar. Esta perspectiva entiende la psicosis como una alteración de un supuesto equilibrio orgánico, ignorando que la "normalidad" no es natural ni eterna, sino una construcción histórica y social sujeta a dinámicas de poder​. Como estudiantes de segundo de bachillerato, creemos que es necesario un replanteamiento profundo de esta visión: reconocer la singularidad de cada experiencia psicótica y atender la historia personal detrás de los delirios, alucinaciones o pensamiento desorganizado.

La psicosis es una estructura psíquica que puede desencadenar episodios vitales  graves que alteran la percepción de la realidad y transforman la forma de pensar, sentir y relacionarse. Aunque el tratamiento habitual se basa en antipsicóticos eficaces para los síntomas agudos, su uso a largo plazo conlleva riesgos físicos y emocionales que no deben subestimarse. Además, cabe destacar que muchos de los fenómenos que solemos etiquetar como “anormales”, tales como sentir un miedo intenso sin una amenaza palpable, sumergirse en fantasías muy vívidas o experimentar cambios bruscos de ánimo no son exclusivos de la psicosis, sino que también están presentes en las neurosis. En la vida cotidiana, casi todos hemos sentido miedo o inquietud ante cosas simples, como una sombra en la pared, o hemos fantaseado tan intensamente que esa ilusión parece real. De hecho, estos elementos son propios de las neurosis, condición humana por excelencia que expresa nuestros conflictos y tensiones internos fruto de hallarnos divididos entre aquello que creemos querer y lo que verdaderamente deseamos a nivel inconsciente. Esta tensión suele expresarse mediante luchas internas que se expresan en síntomas como angustia o pensamientos obsesivos, si bien ésta no se desapega de la realidad exterior del mismo que ocurre en un episodio de delirio psicótico.  

Ahora bien, los síntomas psíquicos, tanto en las neurosis como las psicosis, no deberían ser reducidos a la dimensión de desajustes que hubiera que arreglar, sino que es fundamental interpretarlos como pistas que apuntan a la causalidad psíquica del malestar y cómo se ha respondido ante él.  Este cambio de perspectiva permite acoger la dimensión del síntoma como elemento constitutivo de la experiencia humana, evitando una mirada patologizadora para, así,  poder entender cada caso de forma única. De este modo, el adjetivo de “psicótico”, en relación a un adolescente, deja de ser un mero diagnóstico potencialmente estigmatizador para, en su lugar, abrir  un espacio para escucharlo sin juzgar,  y acompañarlo según lo que realmente le pasa. Es importante tener en cuenta que entender esto ayuda a no patologizar las experiencias humanas y acompañar mejor a quienes las viven.

Contrariamente a esta mirada, la mayoría de los estudios sobre psicosis en adolescentes la presentan como enfermedad mental mediante estadísticas y cálculos clínicos: porcentajes de incidencia, escalas de gravedad y protocolos diagnósticos basados en manuales como el DSM o la CIE. Este enfoque biomédico pretende restaurar un supuesto "equilibrio químico" cerebral mediante medicamentos, ofreciendo una visión simplificada que deja de lado las particularidades de cada joven. Al explicar la psicosis solo como un desequilibrio de neurotransmisores, se corre el riesgo de ignorar que los delirios o alucinaciones pueden ser formas de expresar conflictos internos, angustias o deseos reprimidos que no encuentran otra vía de expresión​.

Desde un punto de vista psicoanalítico, los síntomas no son simples fallos orgánicos, sino intentos subjetivos de estabilizar el mundo interior cuando los vínculos sociales y la percepción de la realidad se alteran​. Así, escuchar voces puede reflejar presiones sociales o académicas, y un delirio de grandeza puede ser un intento de compensar profundas inseguridades.

En cuanto a los antipsicóticos, resultan eficaces para reducir la intensidad de las alucinaciones y calmar la agitación en fases agudas. Sin embargo, la medicación indiscriminada y su uso prolongado como tratamiento único han mostrado una serie de efectos adversos graves, como dependencia, adicciones, y deterioro de la salud física y mental. Este abuso farmacológico refleja un enfoque generalizado que ignora la diversidad individual de los pacientes y sus contextos biológicos, psicológicos y sociales​

Además, resulta fundamental considerar el impacto de las etiquetas diagnósticas en la construcción de la identidad adolescente. Catalogar rápidamente a un joven como “psicótico” puede reforzar estigmas internos y externos, dificultando su desarrollo personal y social. Desde una perspectiva psicoanalítica, es esencial abordar el diagnóstico con prudencia, evitando definir al adolescente únicamente por sus síntomas y trabajando para que pueda construir una narrativa personal más allá del rótulo clínico​

En conclusión, abordar la psicosis adolescente únicamente desde un modelo biomédico supone un riesgo de simplificación y deshumanización del sufrimiento psíquico. Apostar por un enfoque clínico y psicoanalítico implica reconocer la singularidad de cada joven, utilizar la medicación de manera responsable y personalizada y favorecer tratamientos más humanos que acompañen el proceso subjetivo e identitario. Solo así podremos ofrecer una atención verdaderamente ética y eficaz a quienes atraviesan una experiencia psicótica en una etapa tan vulnerable como la adolescencia

Javier Darriba, Ura Prat i Carlos Salgado


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