La salud mental en los institutos: una prioridad educativa imprescindible

 

Confundir la salud mental con la enfermedad mental ha contribuido a silenciar una crisis creciente entre los adolescentes. Durante esta etapa vital, la vulnerabilidad emocional y social aumenta, y el miedo al rechazo nos impide a menudo expresar cómo nos sentimos. Por ende, consideramos que el tratamiento sistemático de la salud mental en los institutos puede contribuir a la mejora de la vida de muchos jóvenes y prevenir la aparición de trastornos mentales en un futuro.

En primer lugar, es esencial diferenciar los conceptos “salud mental” y “enfermedad mental”. A nuestro entender, la salud mental es un estado de bienestar y equilibrio relativo para cada sujeto, el cual aborda sus dimensiones emocionales, psicológicas y sociales. Es decir, se refiere a la posición subjetiva en el sí de un contexto que va más allá de lo individual, teniendo en ella un impacto las coordenadas sociales e históricas y cómo se responde a ellas. En cuanto a la enfermedad mental, consideramos que es un estado psicológico en el cual predomina la inestabilidad psíquica debido a una situación generadora de un malestar agudo y persistente que conduce a la imposibilidad de vivir con cierto equilibrio subjetivo. No obstante, no existe una distinción clara entre una persona enferma y otra sana, sino que más bien existe una escala cuyos extremos se pueden considerar como relativos saludables y enfermos, pero que no llegan a serlo por completo por el hecho de que no es posible analizar el nivel de salud mental de una persona con total precisión.

En relación con lo indicado anteriormente, la adolescencia es una etapa de evolución emocional, mental y social. Este momento vital es de especial importancia en la existencia de las personas, ya que en esta se construye y desarrolla la identidad, y se consolidan algunos de los principios, valores, convicciones y propósitos. No obstante, durante esta transición hacia la adultez, los adolescentes nos vemos altamente vulnerables a juicios y presiones sociales, creencias y pensamientos que pueden llegar a ser altamente perjudiciales para nuestra salud mental y llevarnos a desarrollar trastornos mentales. Por ello, es esencial concienciar a los adolescentes sobre la importancia del cuidado del bienestar psicológico, ya que en esta etapa estamos más vulnerables que durante la adultez.

Debido a la habitual asociación de los términos “salud mental” y “enfermedad mental”, los adolescentes no solemos hablar sobre cómo nos sentimos y qué pensamos, ya que tenemos miedo a abrirnos por temor a ser catalogados como “raros” o incluso “enfermos mentales”. No obstante, las personas necesitan hablar sobre sí mismas, y algunas optan por hacerlo mediante su grupo de amigos, otras mediante sus familiares y algunas por medio de un psicólogo. El problema radica en el hecho de que no todos lo hacen, y se puede deber a diversas razones, como no tener gente con quien hablarlo, no atreverse a tratar dichos temas o simplemente ser una persona cerrada. Es por esto que abordar la salud mental en los institutos podría ser altamente beneficioso.

Por otro lado, dar una presencia habitual a las conversaciones sobre los avatares vitales y cómo impactan en nuestro psiquismo en el instituto reduce el estigma asociado a los trastornos psicológicos y, a su vez, crea un clima de empatía y ayuda, en el cual pedir auxilio no es un signo de debilidad, sino de responsabilidad personal.

En cuanto al modo de abordar la salud mental en los institutos, no es posible establecer un único modo de tratarla, pues se deben tener en cuenta varios factores como la edad, cultura, momento del año, confianza, entre otros. Programas de educación emocional, espacios seguros para la expresión de sentimientos y suficiente personal capacitado disponible en los centros son algunas de las estrategias que permitirían a los estudiantes fortalecer su salud mental y, en consecuencia, disminuir el riesgo de desarrollar enfermedades mentales. Unas tutorías personales (si es posible, con un psicólogo) en las cuales el alumno pueda explicar su situación sentimental y expresar sus inquietudes cada cierto tiempo también puede dar buenos resultados.

En definitiva, comprender lo que es la salud mental y saber diferenciarla de la patología psíquica es clave para afrontar la situación actual de los adolescentes. La falta de espacios de confianza y los prejuicios relacionados con este tema obstaculizan la prevención y la detección de los malestares emocionales, además de empeorar la experiencia de vida de los jóvenes. La fomentación del bienestar psicológico y la implicación de los centros educativos pueden solventar esta crisis que estamos pasando, potenciando nuestras vidas para un futuro mejor. Creemos firmemente que invertir un esfuerzo por la educación emocional es imprescindible, pues también contribuye a la construcción de una sociedad más consciente, empática y mentalmente más saludable.

 

Ismail El Hallouzi Boughaf y Ricardo Sintes Estellés.

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