Morir en silencio. La muerte como tabú.
La muerte es algo inevitable e impredecible. Sin embargo, prácticamente nadie quiere hablar sobre ello. Entonces, ¿por qué algo tan natural se ha convertido en un tema prohibido? En nuestra sociedad, es evidente que la muerte se considera un tabú y este silencio también se refleja en el ámbito educativo. Especialmente en la adolescencia, evitar hablar de la muerte puede tener consecuencias negativas. En este texto defenderemos la idea de que abordar la muerte de manera abierta en las aulas es esencial para ayudar a los jóvenes a gestionar sus emociones respecto a la muerte.
La muerte es un tabú principalmente porque genera miedo e incomodidad. El ser humano teme lo desconocido, y al no existir certeza sobre qué ocurre después de morir, se evita hablar del tema. Además, la muerte nos enfrenta a nuestra propia vulnerabilidad y falta de control, lo cual provoca ansiedad. También se asocia con un fuerte dolor emocional, ya que suele recordar pérdidas personales y sufrimiento, razón por la que muchas personas prefieren no mencionarla.
Vivimos en una sociedad que idolatra la juventud, el éxito y la productividad. La muerte representa todo lo contrario: el final, la fragilidad, la pérdida. Por eso, se esconde tras eufemismos como “nos ha dejado” o “ya no está”. El hecho de evitar hablar directamente sobre la muerte revela una profunda incomodidad. Además, hoy en día el proceso de morir ocurre casi siempre en hospitales, lejos del entorno familiar. Esto hace que muchas personas fallezcan solas y que sus seres queridos apenas estén presentes o involucrados en sus últimos momentos. Romper este tabú no significa restarle importancia a la muerte, sino comprenderla como parte de la vida. Hablar de ella abiertamente nos permite prepararnos, acompañar mejor a los demás y vivir con más consciencia. Por eso, es fundamental integrarla en la educación emocional y en las conversaciones familiares, desde edades tempranas.
Durante nuestra adolescencia, nos enfrentamos a muchos cambios emocionales y psicológicos, y muchas veces el miedo y la confusión nos invaden cuando pensamos en la muerte. Tal y como nos explicaron Cecília y Toia en la charla sobre cuidados paliativos, antes se reconocía la muerte abiertamente. Hoy en día, en cambio, se evita, como si no hablar de ello fuera a hacer que desapareciera. Como consecuencia, los jóvenes se sienten aislados cuando la muerte les toca de cerca, ya sea por la enfermedad de un ser querido o por la muerte de alguien cercano. El hecho de ocultar la muerte genera miedo e incertidumbre. Esta falta de concienciación aumenta la angustia en los adolescentes, quienes, al estar en una etapa de desarrollo emocional y social, pueden encontrarse ante situaciones de pérdida sin saber cómo afrontarlas. Es por ello que hablar de la muerte, especialmente en el ámbito educativo, es esencial para ayudarlos a gestionar sus emociones, ya que permitiría reconocerla como parte de la vida y no como algo que debamos temer.
Por otro lado, dejar de hablar de la muerte hace que muchas personas no sepan cómo expresar lo que sienten cuando pierden a alguien. En la charla nos insistieron en que es importante escuchar y validar las emociones de quienes están pasando por un duelo. Expresar las emociones de forma adecuada es clave para que el duelo no se complique ni derive en problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión.
Además, creemos que abordar la muerte en los colegios también ayuda a desarrollar valores como la empatía y la compasión. En la charla nos explicaron que acompañar al otro en momentos difíciles, simplemente estando presentes y escuchando en silencio, es fundamental. El silencio, a veces, puede ser terapéutico, puesto que permite expresarse sin necesidad de sentirse presionado. Si desde pequeños nos enseñaran a no dar la espalda al dolor de los demás, creceríamos como personas más empáticas y solidarias, capaces de apoyar a quien lo necesita en situaciones de pérdida.
Muchas veces el tabú sobre la muerte no solo afecta a los adolescentes, sino también a sus familias, a quienes les cuesta aceptar la muerte. Los padres a menudo no saben cómo manejar el dolor de sus hijos cuando muere un ser querido. Como nos dijeron en el taller, las familias también necesitan apoyo para comprender y acompañar el duelo de sus hijos, ya que en muchos casos evitan hablar de la muerte para no hacerles daño. Sin embargo, este silencio solo agrava el sufrimiento de todos los involucrados.
Por último, pensamos que el silencio sobre la muerte hace que muchos adolescentes vivan sus duelos en soledad. El duelo necesita tiempo, comprensión y acompañamiento. Si en los centros educativos se trabajara más la educación emocional, incluyendo el proceso de la pérdida, los adolescentes contarían con más recursos para afrontar estas situaciones, comprendiendo que sentir dolor es algo humano y que no hay que esconderlo o reprimirlo.
En conclusión, la muerte es una parte inevitable de la vida y, sin embargo, lo poco que se habla sobre ella solo contribuye a generar miedo e incertidumbre, especialmente en los adolescentes. Abordar este tema de manera abierta en las aulas no solo permite que los jóvenes gestionen mejor sus emociones ante la pérdida, sino que también fomenta valores de empatía, comprensión y acompañamiento. Hablar de la muerte, lejos de ser un tema tabú, debería ser una oportunidad de aprendizaje que permita a los jóvenes enfrentar el duelo de manera saludable y con el apoyo adecuado, evitando que vivan este proceso en soledad. La educación emocional es clave para formar personas más conscientes y capaces de afrontar tanto sus propios duelos como los de los demás.
Elsa Pons y Mira Fortuny
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