No hay dimensión psíquica sin sociedad: los vínculos entre lo material y lo subjetivo

 

Un problema que afecta a la sociedad occidental del siglo XXI es la individualización del malestar psicológico, arraigado al sistema capitalista que nos atraviesa como individuos pertenecientes a clases medias y bajas. En lo personal, es un tema que nos llama la atención por sentir en primera persona los efectos de que nuestro bienestar esté subyugado al poder económico que poseemos. En este ensayo plantearemos cómo creemos que afecta a nuestra salud mental ser personas dentro de una sociedad capitalista. Como pequeño inciso, usaremos el término ‘salud mental’ como hiperónimo para explicar las posibles dificultades que un individuo pueda llegar a tener a la hora de relacionarse consigo mismo y las personas de su entorno, las cuales no se reducen a una visión meramente biológica, sino que apuntan a una causalidad psíquica.

Hace unos 3000 años, la sociedad griega destacaba por mirar por el bien común de todos los ciudadanos (exceptuando mujeres y esclavos, los cuales no se concebían como tal). En cambio, a día de hoy, a mediados de 2025, la colectividad hace años que se ha dejado de lado, y se mira única y exclusivamente por el beneficio individual. Esto se puede ver reflejado cuando se examina o se intenta ayudar a una persona que necesita apoyo emocional, dado que solo se trata lo que siente (sus síntomas, por ejemplo) y cómo cambiar su propia reacción, sin enfatizar en la causa del malestar de forma directa.

De igual manera, la introducción de internet ha influenciado tanto negativa como positivamente en el bienestar emocional y psicológico general.  A pesar de que es cierto que gracias al acceso a información la gente está más concienciada sobre temas relacionados con la salud mental, internet ha contribuido a la necesidad de inmediatez en torno a intentar conocerse y autoetiquetarse a uno mismo. Siguiendo la idea del párrafo anterior, como se nos ha inculcado la individualidad, nos centramos en nuestros síntomas y sentimientos. Como consecuencia de buscar constantemente entender aquello que nos pasa de forma rápida y sin tener acceso de primera mano a profesionales como psicólogos, solo se ha llevado a promocionar una vez más esa visión reduccionista según la cual  se presupone que todas las personas son iguales, tienen las mismas reacciones y síntomas, dejando de lado  el contexto y situación de cada uno. De este modo, se propicia un diagnóstico precipitado y, probablemente, incorrecto.

Seguidamente, podemos considerar un resultado de la presencia de las redes sociales en la vida diaria de las personas: la inculcación de ciertos discursos que promueven una falsa vida perfecta e historias de superación personal. Nos lleva a pensar que podemos llegar a conseguir este estilo de vida mediante esfuerzo y dedicación, provocando frustración y autoexigencia para llegar a un estereotipo surrealista. De este modo, se fomenta el sentimiento de culpa y decepción de uno mismo por no poder llegar a conseguir aquella vida soñada que promocionan los influencers, por mucho trabajo que se haga.

Además, un tema recurrente en redes es la búsqueda de la felicidad, defendiendo que encontrarla solo depende de uno mismo. Dicho ideal es falso, dado que la felicidad no existe fuera de un contexto social y, por eso, no puede existir en una dimensión individual. En consecuencia, hace que pienses que es tu responsabilidad una vez más, supuestamente porque estás escogiendo de forma activa ser infeliz, ya que, según esta narrativa, tú eres culpable de tus propios problemas, y se te exige solucionarlos por tu cuenta. Por lo tanto, tú te conviertes en el problema, que es una forma de invisibilizar el hecho de que la gran parte de malestares psicológicos tienen origen en el entorno, no en uno mismo.

¿Cómo se relaciona todo lo mencionado con el capitalismo? Pues bien, hemos mencionado que en la actualidad hay una mentalidad individualista que afecta en la forma en que se aborda la salud mental. Como seres sociales que somos, somos interdependientes, y nuestras circunstancias sociales, políticas, y económicas (por lo tanto, materiales)  dan forma a nuestra percepción, sea negativa o positiva, de la vida.  El hecho de que se aborde la salud mental como un aspecto individual hace que se dejen de lado estas circunstancias, las cuales son esenciales para entender lo que siente un individuo y qué problemas podría tener a la hora de interactuar y relacionarse con su entorno. 

Adicionalmente, el limitado acceso a profesionales de este ámbito hace que las personas caigan en información engañosa propagada en internet, sobre todo en las redes sociales, a causa de la búsqueda de un diagnóstico precipitado porque no tienen el poder económico para obtener una terapia efectiva y regular, y además la salud pública está saturada. Asimismo, los diagnósticos no suponen un cambio en la forma de afrontar los problemas de salud mental de los pacientes, y solo crean una necesidad de etiquetar a las personas para hacer una segregación entre personas útiles (trabajadoras) e inútiles (no aptas para aportar a la sociedad).

Para concluir, dado que en las redes sociales se ha difundido el ideal de la felicidad como objetivo de vida y solución a tu malestar emocional desde la perspectiva privilegiada de gente que ni siquiera son  expertos en el área, se han aprovechado no solo para vender que una vida lujosa está al alcance de todos y es el camino hacia esta supuesta felicidad, sino que también se fomentan y promueven soluciones materiales (como productos, cursos, libros...)  que solo llevan al consumismo. No tan solo eso, sino que se promociona de forma directa o indirecta que la felicidad y el bienestar van íntimamente relacionados con el poder adquisitivo.

 

Victoria de Melo Camargo & Pilar Muñoz Palliser

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